Esa rabia innata del ser humano la desarrollamos justo antes de la adolescencia y depende de nuestra actitud el que podamos controlar los malos sentimientos que eso nos produce.
El enfado colapsa la mente del ser humano e impide pensar en los beneficios del perdón.
La dificultad para perdonar radica en concentrarse en lo negativo de cada situación, eso vuelve al ser humano envidioso, descontento y desanimado.
No acumular odio, no recordar situaciones de rabia, no dejarse abrumar por los sentimientos de odio, ya que causa un estrés que nos implica estar nerviosos, no ser uno mismo y no poder ser feliz, ya que nos pensamos que directamente no podemos serlo por culpa de la persona que nos ha dañado.
Por último y más difícil; no se trata de pensar en si el otro merece nuestro perdón o no, ya que lo hacemos para nosotros mismos y liberar nuestra mente. Por lo tanto no es condición necesaria el arrepentimiento del otro.
Se demuestra uno mismo que ha perdonado cuando ha olvidado.